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Los niños africanos no lloran

8 febrero, 2011
De la mano de Sarai y su blog Bebé ECOnómico os traigo un maravilloso texto que merece la pena leer y reflexionar sobre él.
«Nací y crecí en Kenya y en Costa de Marfil hasta la edad de 15 años, luego me transferí al Reino Unido. Sin embargo, siempre he sabido que quería criar a mis hijos (cuando los tuviera) en casa, en Kenya. Sí, daba por supuesto que tendría hijos.

Soy una mujer africana moderna: con dos licenciaturas, pertenezco a la cuarta generación de mujeres que trabajan en mi familia. Pero cuando se trata de niños, soy una africana tradicional. Sigue siendo mi convicción que la vida no está completa sin hijos y que los niños son una bendición a la cual renunciar es una locura. De hecho, no tener hijos no es ni siquiera considerado.

Mi embarazo inició en el Reino Unido. Con el embarazo sentí un fuerte impulso a volver a casa, y cuando estaba de cinco meses ya había vendido mi estudio y establecido una nueva actividad, me había mudado de casa y de continente.

Cuando supe que esperaba un hijo hice lo que la mayoría de las mujeres embarazadas en el Reino Unido haría, leía vorazmente: Our Babies, Ourselves, Uncoditional Parenting, todos libros de W. Sears, y la lista podría continuar (mi abuela después me comentó que los niños no leen libros y que todo lo que tenía que hacer era “leer” a mi bebé).

Todo lo que leía decía que los niños africanos lloran menos que los niños europeos. Esto me intrigó mucho y quería averiguar el por qué.

Una vez en casa, en Kenya, comencé a observar. Mi mirada se dirigía hacia las madres y los niños, y estaban por todas partes, incluso si los bebés africanos menores de un mes y medio de vida están sobre todo en casa.

Lo primero que noté fue que, a pesar de su ubicuidad, en realidad era muy difícil “ver” realmente a un bebé en Kenya. Por lo general están muy bien “vendados” antes de ser cogidos en brazos o envueltos con un fular sobre la espalda de su madre (a veces el padre). Incluso los más mayores, envueltos en la espalda de los adultos, están protegidos con una tela de grandes dimensiones. La forma en la que están envueltos es como una réplica de un útero. Los niños están literalmente enfundados con el fin de ser protegido contra el estrés del mundo exterior al cual han recientemente llegado.

La segunda observación que me quedó clara era legada a una diferencia cultural. En el Reino Unido se supone que los bebés lloran, el llanto es inherente al niño. En Kenya, sucede exactamente lo contrario: se supone que los niños no lloran. Si lo hacen es un signo de que algo terrible sucede y tenemos que actuar inmediatamente para poner remedio y eliminar la causa. Mi cuñada inglesa una vez me dijo: «Aquí a la gente no le gusta que los niños lloren, ¿verdad?». Me di cuenta de que su observación resumía perfectamente la diferencia.

Todo se volvió aún mucho más claro cuando por fin dí a luz y mi abuela vino a verme desde su poblado. Mi bebé lloraba muy a menudo, de hecho. Exasperada y cansada, se me olvidó todo aquello que había leído, y a veces me daban ganas de llorar con ella. Pero para mi abuela era muy simple: «¡Nyonyo!», «¡Dále el pecho!», era su respuesta a cada simple gemido.

Había momentos en los que lloraba porque tenía el pañal mojado, o quería estar en sus brazos, o porque necesitaba echar el aire, pero sobre todo quería que le diese el pecho —y no importaba si tenía hambre o si sólo necesita un momento de consuelo. La llevaba envuelta en mi espalda con el fular, y dormía casi siempre con ella (colecho), de tal forma que darla el pecho era una extensión natural de aquello que ya hacíamos.

Improvisamente me dí cuenta de que el secreto del alegre silencio de los bebés africanos no era tan difícil de desvelar. Se trataba de una simbiosis constituida para satisfacer las necesidades. Algo que requiere una total suspensión de la idea de lo que debería haber sido, sustituyéndola por la aceptación, sin condiciones, de lo que realmente está sucediendo en ese momento.

El resultado fue que mi hija comía mucho —mucho más de aquello que había leído nunca y por lo menos cinco veces más de lo que establecían ciertas pautas de nutrición que había visto.

A los cuatro meses aproximadamente, cuando la mayoría de las madres de la ciudad empiezan a introducir alimentos sólidos, de acuerdo con los patrones de destete, mi hija retornó a un ritmo de lactancia de recién nacido: la daba el pecho cada hora, fue un shock total. En los últimos cuatro meses, el tiempo entre toma y toma había comenzado a aumentar, y yo había iniciado a tratar a algunos pacientes sin que mis pechos gotearan y sin que la niñera interrumpiera las sesiones porque el bebé tenía hambre.

La mayoría de las madres, del grupo de madres y bebés al que asistía, habían diligentemente comenzado a introducir la crema de arroz (para prolungar el tiempo entre tomas) y todos los profesionales involucrados en la vida de nuestros hijos —los pediatras, e incluso las doulas— decían que era lo mejor: las madres necesitaban descansar, era asombroso el esfuerzo de estos últimos cuatro meses de lactancia materna exclusiva. Ellos nos aseguraron que nuestros niños estarían bien.

Sin embargo, sentí algo dentro de mí que desafinaba, y cuando intenté, sin mucha convicción, mezclar un poco de papaya (es la comida tradicional para el destete en Kenya), con leche en polvo y se lo ofrecí a mi hija, ella ni siquiera lo probó.
Así que llamé a mi abuela. Ella se hecho a reír y me preguntó si yo había vuelto a leer libros. Me explicó que la lactancia materna está muy lejos de ser lineal.
«Te dirá ella cuando estará lista para la comida, su cuerpo te le dirá»

«¿Qué debo hacer hasta entonces?» le pregunté ansiosa.

«Sigue haciendo aquello que has hecho hasta ahora, simplemente Nyonyo».

Así que mi vida se sosegó de nuevo, se detuvo prácticamente. Mientras que muchas de mis compañeras se asombraban cada vez más de cómo dormían sus hijos ahora que habían introducido la crema de arroz, e incluso se aventuraban con otros alimentos, yo me despertaba cada dos horas con mi hija e informaba a los pacientes que lo de volver al trabajo no sería tan fácil como me lo esperaba.

Pronto descubrí que me estaba convirtiendo, involuntariamente, en un servicio de apoyo y de información para otras madres de la ciudad. Mi número de teléfono empezó a pasarse entre las madres y, a menudo, mientras amamantaba a mi bebé pronunciaba estas palabras: «Sí, dale otra vez el pecho. Sí, incluso si se lo acabas de dar. Sí, hay veces que no encuentras ni siquiera el tiempo para quitarte el pijama durante todo el día. Sí, necesitas comer y beber como un caballo. No, no tienes que volver a trabajar si te lo puedes permitir». Por último, tranquilizaba a las madres: «No te preocupes, después será más fácil». Esta última frase era una profesión de fe, porque para mí las cosas no eran más fáciles.

Una semana antes de que mi bebé hiciera cinco meses, regresé a Inglaterra para ir a una boda y para presentarles a mi hija a la familia y a los amigos. No tenía exigencias particulares, por lo que fue fácil continuar con los ritmos de la lactancia. Continué, a pesar de las miradas de muchos extranjeros, que me observaban desconcertados sólo por el hecho de que daba el pecho a mi hija en lugares públicos (muchos “espacios para la lactancia materna” estaban relegados en los cuartos de baño, y yo no quería usarlos).

En la boda, en la mesa durante el banquete, la gente que estaba cerca de nosotros observó: «Que niña más tranquila, pero la das el pecho mucho». No comenté nada, pero cuando otra mujer me dijo: «He leído en alguna parte que los niños africanos no lloran casi nunca», no pude reprimir una carcajada.

Lo más importante que me ha guiado ha sido la dulce sabiduría de mi abuela:

1. Ofrecerle el pecho cada vez que el bebé tenga algún problema, incluso si lo acaba de hacer.

2. Duerme junto a tu bebé (colecho). Así puedes darlo el pecho antes de que se despierte completamente y esto le permitirá volver a dormir más fácilmente y podrás descansar más.

3. Ten cerca una botella de agua durante la noche: para mantenerte hidratada y hacer fluir la leche.

4. Haz de la lactancia materna tu prioridad (particularmente durante los períodos de crecimiento) y déjate ayudar de los que te rodean. Y recuerda: son pocas las cosas que no pueden esperar.

Lea a su hijo, no libros. La lactancia materna no es lineal, sube y baja o es circular. Y recuerde: usted es el experto en las necesidades de su hijo.

J. Claire K. Niala es la autora de este testimonio, es madre y osteópata. Claire es una mujer a la que le encanta explorar las diferencias que afortunadamente todavía existen entre las diferentes culturas de todo el mundo. Nació y creció en Kenya, Costa de Marfil y en el Reino Unido. Ha trabajado y vivido en tres continentes y ha visitado al menos un nuevo país cada año desde que tenía 12 años. Sus compañeros de viaje favoritos son su madre y su hija, cuyas historias y el interés por los que le rodean han llevado a Claire a descubrir e interactuar con el mundo en formas que nunca imaginó».

Muchas veces la lactancia materna fracasa porque no escuchamos a nuestros hijos, sus necesidades. Nos empeñamos en hacer caso a otros adultos, en vez de escuchar nuestro instinto como madres y como mamíferos. La sociedad, nuestra cultura, nos aleja de nuestro ser, de nuestro origen y fabrica madres que se dejan guiar por las exigencias de una sociedad que no entiende ni se para a pensar en lo que necesita un recién nacido.
Gracias Sarai por acercarnos esta historia tan hermosa.

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25 Comments

  • Reply Suu 8 febrero, 2011 at 08:44

    Que historia más bonita, me ha encantado

  • Reply Caro 8 febrero, 2011 at 08:52

    Me ha encantado 🙂

    Yo no me resisto a leer libros, porque leer ha sido siempre mi pasión. Pero en la maternidad sólo he leído libros que 'sabía' que me iban a decir lo mismo que me decía mi bebé. Incluso cuando lo que me estaba diciendo mi bebé no me gustaba, porque iba en contra de mi egoismo (por supuesto). Lo que me decían esos artículos (y mi bebé) es que estaba haciendo algunas cosas mal. Fue de mucha ayuda 'escucharles' 🙂

    Me encanta ver la diferencia…y es que, efectivamente, en muchos otros lugares del mundo, los bebés apenas lloran. Pero generalmente no nos gusta preguntarnos POR QUÉ…

    Gracias Belén, por acercárnosla tú a nosotras.

  • Reply Belen Pardo 8 febrero, 2011 at 08:59

    Suu es una historia maravillosa, llena de sentimiento.

    Caro, gracias. Sarai tiene una gran sensibilidad. Yo también leí mucho, y deseché mucho también. Escuchaba a mi bebé, y cuando nació le miraba y le sentía, y supe lo que necesitaba, igual que ahora. Pero por desgracia la presión de nuestra sociedad es muy grande y no siempre se está preparada para combatir contra ella. Yo no juzgo a aquellas madres que ceden, a aquellas mujeres que obedecen los mandatos de esta cultura, comprendo que es difícil. Tener hijos aquí es mucho más difícil que en África, ¿qué curioso no?.

  • Reply Cartafol 8 febrero, 2011 at 09:08

    Bonita historia!

  • Reply Anuda 8 febrero, 2011 at 09:12

    A veces parece que intentamos tanto informarnos sobre la futura maternidad que acabamos "intoxicándonos" con la información y pasamos a tratar a los bebés como aparatos con manual de instrucciones en vez de como pequeñas personitas con necesidades. Yo aún me estoy resistiendo a leer libros de maternidad, aunque reconozco que sí que busco muchísimo sobre embarazo. Seguro que acabaré cayendo en los "manuales" jejeje

    La historia, genial, y muy reveladora…

  • Reply Tricius 8 febrero, 2011 at 09:38

    Muy bonito!

  • Reply Eloísa 8 febrero, 2011 at 09:38

    Preciosa. Me ha encantado la idea de "lee a tus hijos en lugar de leer libros"… Es lo que yo digo cuando alguien comenta la típica chorrada de vienen sin manual de instrucciones, ellos saben lo que quieren y necesitan, solo hace falta que nos sintonicemos con ellos y les hagamos caso cuando nos piden algo.

  • Reply LAKY 8 febrero, 2011 at 09:43

    Es una historia preciosa. En cierta forma, soy una madre keniata, ja,ja. Yo sigo poniendola al pecho cada vez que dice ay. La pena es que todo esto tiene los días contados pues dentro de poco mas de un mes vuelvo a trabajar…

  • Reply estanjana 8 febrero, 2011 at 10:25

    Me parece muy bonito el relato, con mucha razón, escuchar al bebé y menos a los que te dicen lo que es "normal".
    Gracias Belén!!

  • Reply M.R.G. 8 febrero, 2011 at 10:59

    Que bonito, BELEN. Que reflexiones tan interesantes. Cuantas veces lo mas sencillo es lo acertado. Y que poco escuchamos y "leemos" nuestros instintos. Y lo bien que se manejan los animales y no han leído ningún manual… 🙂

  • Reply Belen Pardo 8 febrero, 2011 at 11:03

    Cartafol, muy bonita.

    Anuda leerás, ¡claro!, pero sé que escucharás tu instinto.

    Tricius, gracias.

    Eloísa, es que hay que olvidarse del mundo y crear uno nuevo en torno a tu bebé, solo eso.

    Laky, disfrútalo guapa!!

    Estanjana, cada madre sabe lo que es bueno para su bebé, sin duda.

    M.R.G. gracias. Tienes mucha razón, los animales no siguen manuales, no se sienten inexpertos y crían a sus cachorros siguiendo su instinto, y no lo hacen nada mal. Nosotros también somos animales, y también tenemos instinto, solo queda que confiemos en ello.

  • Reply Mama mimosa 8 febrero, 2011 at 12:02

    Pues sí, es una historia preciosa. Me ha encantado. Gracias por compartirla.

  • Reply Euge 8 febrero, 2011 at 12:14

    Coincido plenamente con esto! mi hija ha mamado hasta los 2 años y 9 meses, hoy tiene 6 años y es tranquila, dulce, sociable…todos me preguntan cómo hice para que sea tan buena y amorosa?? yo creo que se lo debo al amor y paciencia que le brindé entre mamada y mamada. Valió la pena seguir mi instinto y dejar los libros de lado.
    Besos

  • Reply LA TETA REINA 8 febrero, 2011 at 13:05

    Una historia realmente maravillosa.
    Plantea un relfexión que deberíamos hacer todos cuando nos enfretamos a una situación así.

    Me ha encantado.

  • Reply Mamá (contra) corriente 8 febrero, 2011 at 14:10

    Muy bonita historia, sí señor… ¿emigramos?.

  • Reply M@rt@ 8 febrero, 2011 at 15:38

    me encanta me encanta

  • Reply Laura L. 8 febrero, 2011 at 16:12

    Precioso

  • Reply Mónica 8 febrero, 2011 at 17:29

    Me repito:Preciosa!!!!

  • Reply etiKeta 8 febrero, 2011 at 18:06

    me ha encantado lo de leer a su hijo!! hay que escuchar siempre las abuelas!

  • Reply Cocinando entre Olivos 8 febrero, 2011 at 18:37

    Qué historia tan bonita, me ha gustado mucho leerla. Bss

  • Reply Treintañera con hijo 8 febrero, 2011 at 20:07

    Una historia muy bonita.

  • Reply Maria 9 febrero, 2011 at 06:37

    Maravillosa, me ha encantado. Me encanta lo de lee a tu hija en lugar de leer los libros me parece totalmente cierto. Gracias. Un besazo

  • Reply La Dama del Unicornio 9 febrero, 2011 at 09:17

    muy bonita la historia.
    Seguro que muchas nos vemos reflejadas en esta historia. A mi también me han dicho más de una vez que le daba muchas veces el pecho. Yo me callaba y seguía a lo mio, pero he visto como me miraban …

  • Reply Mamareciente 9 febrero, 2011 at 14:42

    Muy interesante y aclaratorio, me ha gustado. Creo que efectivamente es como lo cuenta, pero a mí me pareció muy duro. Mira que esta vez le puse todo mi empeño y energía, pero no pude más. Creo que por la anemia tengo poca leche, no sé…El caso es que ahora le ofrezco el bibe después de alguna que otra toma, y todo va mejor.

  • Reply Anónimo 3 octubre, 2012 at 13:06

    Una historia preciosa…..
    Gracias por compartirla.
    Tu propio hijo es el mejor libro que puedas leer…..escúchale siempre primero a él antes que a otros adultos…..
    Orange

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