El postparto de las mamíferas

Cuando tuve a mi hijo hace siete años descubrí lo que era el instinto protector durante el postparto, creo que más que mujer era una loba, una leona, lamiendo el lomo a su cría con ojos vigilantes que miraba a su alrededor para comprobar que ningún peligro acechaba. Recuerdo las palabras de un familiar un día. Me dijo que le recordaba a una perra que tuvo hace unos años, la perrilla había criado y cuando tuvo a sus cachorros se comportaba como yo en aquel momento, protegiendo, cuidando, vigilando.

Me comparó con su perra, pero nome sentí ofendida, más bien al revés, fue todo un halago, me dí cuenta que el postparto me había convertido en una verdadera mamífera. Las mujeres de esta sociedad del siglo XXI tienen –o tenemos- el instinto bien escondido, bajo capas de socialización y apariencia. Parece que en aquel momento me liberé de todos los artificios que la sociedad nos impone a la mujer de hoy y era tan evidente que incluso un hombre sin hijos, aunque con gran amor hacia los animales, se dio cuenta. ¡Lo que hace el postparto!

No sé a vosotras pero a mi se me salía la oxitocina por las orejas, ahí estaba yo con pelos de loca, ojeras como surcos, hormonas en niveles de alerta nuclear e instinto, mucho instinto. La verdad, creo que sólo me falto rugir. O igual sí que lo hice.

Una transformación

Después he conocido a muchas mujeres en el inicio de su maternidad, durante su embarazo. Y he podido contemplar la transformación, ¡qué poderosa! ¿Recordáis la película de Un hombre lobo americano en Londres? ¿Aquella transformación? Pues salvando las distancias, algo así nos sucede a la mayoría de mujeres.

Llegamos cándidas al inicio del embarazo, idealizando todo, viviendo en esa nube que publicistas y anunciantes nos han metido por los ojos: tripa perfecta, piernas divinas, sonrisa blanco nuclear. Y ¡zas! A los pocos días de ver el maravilloso positivo en el predictor empiezan las nauseas, los vómitos, el ay que me mareo vaya mierda esto del embarazo. Sí señoras, sí, el embarazo puede resultar una mierda y olvídense de sonreír durante un tiempo, porque las nauseas te lo impedirán. Pero aquí ya ha comenzado la transformación. Y sino fijaos cómo esa pobre recién preñada con la cara metida en la taza del WC se agarra la inapreciable barriga mientras echa la primera papilla. ¡Ya estamos protegiendo a la lenteja!

Pero no exageremos, pasado el primer trimestre volvemos a sonreír, la barriguita comienza a notarse, nos vuelve el color a la cara y el WC deja de ser la habitación más frecuentada de la casa. Y ahí sigue el proceso transformador porque la tripa pasa a ser Tú Tesoro. Que nadie se arrime más de la cuenta en el metro, que tus codos harán su trabajo dejando KO hasta a un luchador de Sumo. ¡La tripa no la roza nadie! Ahí, sacando garras de leona y poniendo mirada de ‘Si te arrimas te crujo’. Será por eso que nadie nos deja sentarnos en el metro cuando estamos embarazadas, no se atreven ni a mirarnos.

Mujer mamífera

No nos damos cuenta pero esa mujer primitiva, mamífera por los cuatro costados se va abriendo paso por mucho que le pese a la señoritinga siglo XXI pulcra y aséptica. Y entonces llega el día, y el balón que teníamos por tripa se convierte en una dulce criatura que depositan en nuestro regazo. Y llega el miedo, el pánico, la inseguridad y por supuesto llega el amor infinito como nunca antes lo habíamos conocido. Observamos a nuestro bebé y al levantar la vista y mirar a nuestro alrededor comprobamos que todo ha cambiado, todo es más peligroso, vemos muchos más riesgos. Nuestros brazos aprietan a nuestra cría y nuestro cuerpo se estrecha sobre el suyo. ¡Ya ha llegado la leona! ¡Ya se ha consumado la transformación!

La mamífera llega para acompañarte en tu postparto. Y llega para enseñarnos el poder y la fuerza de la maternidad. Si tu mamífera llegó, ¡no la dejes escapar! Tendrás grandes momentos gracias a ella.

¿Reconoces a la loba que hay en ti?, ¿cómo fue tu transformación?